SERENDIPIA Y LA DECISIÓN DE EMPRENDER

Hace unos días compartir un vídeo que me envió un amigo que ilustra bien la realidad del emprendedor. 1.844 visualizaciones, 51 recomendaciones y 8 comentarios en 4 días me hicieron verificar que lo que en él se describe es cierto.
Presión de los clientes, presión de los competidores, presión de los proveedores, incomprensión de la sociedad ante el éxito o el fracaso…

Cuando reflexionas sobre las situaciones que suelen vivir todos los emprendedores del mundo piensas que nadie en su sano juicio puede querer una vida así, sin embargo algunos «inconscientes» la hemos adoptado de forma voluntaria.

No me refiero a la puesta en marcha de un negocio porque no tienes trabajo y no hay otra salida profesional, o cuando un inversor trata de aplicar recursos ociosos para obtener mayor rentabilidad que la que le puede dar el banco o los fondos de inversión, me refiero a aquellas personas que, partiendo de una situación profesional estable, toman la decisión de dejar todo y emprender un negocio, a veces, sin una idea muy clara de lo que hacer, y en general con pocos recursos. Algo así tuvo que experimentar Cristóbal Colón antes de partir para su aventura. ¿Nos puede gustar algo al emprender?

Una evidencia empírica. Llevo trabajando 27 años. En los primeros 17 años trabajé en 7 organizaciones distintas de 5 sectores de actividad con un itinerario de creciente responsabilidad. Todas las organizaciones por las que pasé las dejé por decisión propia. En los últimos 10 años he trabajado para una organización (mi empresa). Todos los días quiero salir corriendo… pero hasta ahora, nunca lo he hecho a pesar de haberme hecho interesantes ofertas de trabajos por cuenta ajena.

¿A qué responde este extraño patrón de comportamiento? ¿Qué puede cambiar en el individuo para tomar en un determinado momento la decisión de emprender partiendo de tener un puesto de trabajo fijo y bien retribuido? ¿Se pueden reproducir las condiciones de un «trabajo de emprendedor» en un trabajo por cuenta ajena? ¿Qué deberían hacer las organizaciones para retener profesionales que tienen esta especie de virus inoculado para que se sientan igual de satisfechos trabajando para otros que trabajando para ellos mismos? ¿Merece la pena tener «fichados» emprendedores en una organización?

Estas son algunas de las cuestiones que muchas veces me pregunto y con las que cuestiono a los participantes en las sesiones de los programas de formación de emprendedores en los que participo. El propósito es ayudarles a reflexionar sobre su perfil motivacional y las implicaciones de emprender antes de iniciar la aventura.

Son muchas las voces cualificadas que arguyen que nuestra sociedad necesitaría más emprendedores, sin embargo, para que alguien inicie ese incierto itinerario, se han de superar notables dificultades (ver anterior entrada «MANIOTA«) y bloqueos personales, el primero, el miedo a lo desconocido. Recomiendo un video que describe esta realidad de forma muy didáctica.

Espíritu de explorador.

Recuerdo perfectamente aquella extraña sensación en el estómago cuando barruntaba en mi cabeza poner en marcha algo por mi cuenta mientras tenía garantizado un sueldo todos los meses en un trabajo relativamente cómodo. ¿Hay mecanismos para afrontar estos miedos?

La experiencia me ha demostrado que tan pronto das el primer paso para salir de la famosa zona de confort, comienza un proceso de aprendizaje que estimula nuevas salidas. Te dices a ti mismo, ¡no fue tan grave! !nada malo me paso! A medida que se hacen más frecuentes estas salidas, menos miedo tienes de volver a salir.

Creo que hay situaciones personales que favorecen esta propensión a explorar fuera de aquellos territorios personales y profesionales que conoces. Viajar fuera, realizar algun programa de formación no necesario para tu trayectoria profesional, tener interés en conocer otras personas y culturas pienso estimula esta actitud del explorador. Creo que el programa Erasmus, además de ayudar a parte de la población a desarrollar ciertas habilidades lingüísticas, ha estimulado en muchos jóvenes este deseo de exploración fuera de la zona de confort.

Escuela de emprendedores.

Soy formador y mentor en muchos programas de emprendedores. Esta actividad me ha permitido conocer cientos de personas con la intención de poner en marcha su propio negocio. Pienso que estos programas pueden formar a los participantes en las técnicas útiles para poner en marcha y gestionar un negocio, pero en raras ocasiones son útiles para capacitar a los participantes en la gestión de los aspectos personales relacionados con el proceso de emprendimiento. La correcta gestión de las emociones propias, los mecanismos para afrontar las crisis personales, cómo gestionar las relaciones con socios, trabajadores, clientes… son algunas de las habilidades que han de estar presentes en el día a día del emprendedor y desafortunadamente no son cosas que se puedan aprender en manuales.

A Emprender se aprende emprendiendo, valen de poco los consejos y los manuales.

Serendipia. Hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual.

En pocas ocasiones me he encontrado con emprendedores que tengan claras e inequívocas respuestas a la pregunta ¿cuáles son tus objetivos? Yo diría que la tarea de emprender tiene algo de búsqueda permanente de objetivos que alcanzar. Tengo buenos amigos, empresarios reputados que tras más de treinta años gestionando sus negocios, siguen viviendo esa realidad existencial bien descrita en la frase «descubre que la meta es el camino«. En este itinerario de permanente búsqueda que parece viven los emprendedores es necesaria una cierta capacidad de descubrimiento de esos hallazgos valiosos (Serendipia) a veces en forma de un nuevo producto o servicio, un hueco comercial, un aliado estratégico, etc.

El poder creativo.

Cuando reflexiono sobre lo que más les gusta a los emprendedores vocacionales, creo que sentir la capacidad de «crear«, de construir algo distinto gracias al esfuerzo y la pericia y la capacidad de decidir de forma relativamente autónoma asumiendo riesgos, son dos de las preferencias más frecuentes.

Esto creo que tiene que ver con la tensión creativa en la buscan vivir permanentemente los emprendedores. Son muchos los emprendedores convertidos en empresarios que estimulan esta tensión en sus organizaciones. Uno de ellos una vez me dijo «cuando no tenemos crisis tenemos que provocarla» asumiendo el supuesto significado del término chino crisis (=peligro + oportunidad) (para conocer la verdad sobre esta incorrecta interpretación sugiero leer el siguiente post).

Lo importante en estos entornos es que la crisis forzada no se quede sólo en eso, una crisis.

El compromiso social.

La generosidad suele ser un ingrediente útil en los procesos de emprendimiento. Vivir frecuentemente situaciones en las que tienes la sensación de darlo todo recibiendo muy poco a cambio y mantenerte ahí, pagar salarios, a veces a colaboradores que no se los ganan, pagar impuestos, sin tener claro que su destino sea el más adecuado, etc. implica una actitud de compromiso con los demás, en cierto sentido, amor (1) hacia los otros.

No podemos forzar tener una actitud de amor hacia los demás, no es algo que nos podamos empeñar en alcanzar por nuestra parte. Creo que es una actitud que surge fruto de la gratitud. Ante esa sensación de que disfrutamos de grandes oportunidades, muchas de ellas no buscadas, en la mayor parte de las personas surge la gratitud que suele ser la semilla de la generosidad. Todos tenemos razones para estar agradecidos el problema es que muchas veces no tenemos capacidad de verlo.

Narcosis por un salario fijo.

Creo que nadie se libra de esté mal que aqueja a muchos profesionales y organizaciones. Cuando recibes regularmente tú salario a fin de mes, como decía un directivo que conocí, «llueva o ventee«, los riesgos de adormecer la tensión creativa son altos. La reciprocidad que supone el salario en relación al valor que se aporta a una organización, en muchos casos no se percibe. El salario se asume como un derecho de unos y una obligación de otros, independientemente de que lo que hago genere valor o lo destruya (que algunos profesionales tienen la habilidad de destruir valor).

No cuestiono la legitimidad de la obtención de un determinado salario por un trabajo realizado, sino que creo que sería más justo y útil para todos, relacionar el salario con el valor generado, ya que con demasiada frecuencia se hacen trabajos que no aportan valor y en el peor de los casos lo destruyen.

El emprendedor no suele verse aquejado por esta narcosis, más bien, suele instalarse en la terca realidad de que, si no vende con margen, no cobra.

Conclusión.

El mundo del emprendimiento no es un mundo ideal, pero creo que en todas las organizaciones deberíamos de aprender e incorporar algo de éste para generar entornos de alto rendimiento, similares a los que se dan en proyectos de emprendimiento exitosos.

No creo que los emprendedores seamos héroes. No se puede considerar admirable para un guepardo alcanzar la velocidad de 80 kilómetros por hora, va en su naturaleza, igual que para el emprendedor, emprender está en su naturaleza

 

(1) Nos da pudor usar el término amar y en ocasiones lo usamos de forma inadecuada. Un profesor chileno, un verdadero sabio, nos dio una lección inolvidable en la carrera animándonos a incorporar este «ingrediente» en nuestra vida como uno de los mecanismos clave para ser felices y prosperar profesionalmente. Creo que estaba en lo cierto.

4 respuestas a “SERENDIPIA Y LA DECISIÓN DE EMPRENDER

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  1. No comparto la frase de tu amigo de «la meta es el camino». llevo 25 años de vida empresarial y otros anteriores de emprendimiento y nunca he pensado así. Hace dos años descubrí la dirección por misiones; encontrar tu propósito y dirigirte a él es uno de las mayores satisfacciones que he podido tener pero, siempre con una Misión clara: espíritu de servicio. De verdad que se le encuentra sentido.

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    1. Gracias Juan por tu aportación. Por matizar, que no por discrepar, sólo comentarte que no creo que los objetivos y metas sean inútiles en el proceso de emprendimiento (incuso en el proceso de madurez personal) y por supuesto, la misión como fin último de un conjunto de objetivos, sino que me ha parecido observar en muchos emprendedores de éxito una especie de inconformismo con sus propias metas que les ha llevado ha replantear permanentemente éstas. En el ámbito personal, me he dado cuenta que cuando te «obsesionas» con la consecución de metas, sueles perderte verdaderas maravillas en el camino – a mi me ha pasado –

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  2. Pienso que el “espíritu emprendedor” los tenemos todos los mortales y me atrevería a decir que el emprendedor constante está más cerca de la inmortalidad que el inconstante. Hay que ayudar en nuestros proyectos, empresas y a las próximas generaciones a desarrollar y explorar este espíritu. Se empieza con el niño pequeño que ahorra en una hucha para un viaje, continúa en las empresas que dan oportunidades de crecimiento horizontal, y sigue con tantas y tantas situaciones en las que este espíritu se puede ejercitar. Quizás así el emprendedor no sería una raza en extinción en occidente, y así nos va, sino un pilar necesario, reconocido y valorado. Enhorabuena por el blog, nos recuerda que hay zonas por explorar.

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